Abigail Ahern, otro punto de vista

Soy una excéntrica frustrada, pensé el día en el que hojeando una revista descubrí a Abigail Ahern. 

Supongo que no todo el mundo vale para ser excéntrico. No todo el mundo tiene la valentía de colocar alrededor de una clásica chimenea pintada de azul,  apliques piña, diferentes lámparas zoomorfas, un montón de rastas a modo de puff sobre una alfombra de cebra, y de mientras observando tranquilamente a corta distancia un busto con gafas de sol de pasta azul. Por si fuera poco, me da por mirar el reflejo del espejo colocado encima de la chimenea y veo un duendecillo multicolor que parece que clava la vista en mí al estilo Mona Lisa. 

Contado así, parecería que al autor se le ha ido la mano, y en realidad sí puede resultar un poco excesivo o incluso inquietante para la gran mayoría, es decir, para aquellos que se jactan de ser clásicos pero modernos, del "menos es más" que tanto se puso de moda, de las cosas sencillas y armoniosas. Aquellos pueden pensar que lo descrito arriba no es más que una mezcla que tiende a lo "kitsch", sobrecargada y extravagante. 

Haciendo un poco de autocrítica, yo sería una de esas personas que pertenecen al grupo de "aquellos", y sin embargo no puedo para de mirar ese escenario, en el que parece que todo funciona, que no sobra nada. Me imagino a Abigail Ahern entrando en su casa con una sonrisa,  porque esa mezcla de antigüedades inglesas, plásticos, cerámicas y  duendes transmite además de buen humor, relax, aunque parezca mentira. 

Aún así, admirando la audacia de esta sala, en mi casa sigue dominando el blanco, en los pocos muebles que hay se apoyan objetos poco estridentes, un poquito de color allí y otro poquito allá pero nada de piñas colgadas de la pared ni de perros lámpara, por más que me gusten. No se puede ser excéntrico porque uno quiera, si no imagino que no resultaría. Tendré que conformarme con seguir el trabajo de esta diseñadora y deleitarme con su excentricidad. 

Via AD